No sé montar en bici.
Mi nombre es Rubén, tengo 33 años y no sé montar en bici.
Verás, cuando era enano me hacía ilusión sentirme como Indurain.
Tanto, que me ponía su maillot del Banesto como si me fuese a convertir en el próximo campeón del Tour de Francia.
El tema es que me caí tantas veces que le cogí miedo.
Y tras saborear el asfalto una tarde de verano me puse tan nervioso que mis padres no lograron animarme a montar de nuevo.
Aceptar ese miedo.
Lo que si te puedo decir es que aceptar ese miedo me ha ayudado a coger la bici de vez en cuando.
Y a afrontar otras cosas de las que antes no me veía capaz.
Como dejar un trabajo que no me llenaba y dedicarme a esto.
Que, me ha permitido encadenar seis años ayudando a la gente a salir de sus mentes.
Salir de sus mentes para entrar en sus vidas.
Con sesiones de psicología y coaching uno a uno de forma personalizada.
Acompañándolas el tiempo necesario para identificar los problemas que las impedían vivir sus vidas como realmente querían.
Y entre ellas, todo tipo de personas que se dedican a muchas y diferentes profesiones como:
Dentistas, empresarios, actrices, coaches, cocineros, atletas y futbolistas internacionales por España, logopedas, cirujanos, profesores, policías, pintores, banqueros, médicos de urgencias, autónomos, cámaras de televisión, detonadores de explosivos…
Y antes de aburrirte con mi trayectoria, testimonios o logos de sitios en los que he salido…
Déjame contarte una historia que igual te ayuda a entender por qué hago lo que hago.
Verás, cuando era pequeño…
Cuando era pequeño quería llegar a todas partes.
Era como un chimpancé.
Me gustaba cogerlo todo.
Desde el mando de la tele, al tarro de las galletas.
Ya fuera con las manos o los pies.
Cada día cogía más cosas.
Esa curiosidad de alcanzar cosas que estaban altas era guay porque me indicaba que estaba creciendo.
Me gustaba sentir eso.
Que me hacía grande.

Todo iba bien hasta que…
Empezaron a decirme que era muy alto para mi edad.
Que me estaba haciendo muy grande.
Que era mejor con mi altura que jugara al baloncesto en vez de al futbol
Que seguro que comía mucho.
El caso es que un día empecé a sentir vergüenza de eso.
De ser un niño alto.
Empecé a sentirlo como algo malo.
Y entonces…
La curiosidad se fue diluyendo.
Esa curiosidad de llegar cada vez más lejos se fue diluyendo.
Y ese niño sonriente al lado del coche recién comprado de su padre empezó a sentirse inseguro.
¿Qué por qué te cuento esta historia?
Verás, cuando era niño me creí un mensaje algo oscuro que no elegí traer a mi cabeza.
…que además me ha acompañado en mi adolescencia y en mi adultez…
El tema es que si no te das cuenta de que muchas de las cosas que piensas y que te pasan no te definen, puedes entrar en un bucle mental que puede durar meses, semanas o años.
Con todo lo que eso conlleva.
Empiezas a creer en ti.
Lo bueno es que una vez le dedicas tiempo a tu mente, no hay vuelta atrás.
Porque ves con claridad lo que importa de lo que no.
Tanto en tu vida deportiva y personal.
Y por ahí te empiezas a liberar de los miedos.
Y si digo que no hay vuelta atrás es porque empiezas a creer en ti sin dudarlo.
Porque a veces las palabras que se te meten en la cabeza, pueden ponerte en aprietos sin quererlo.
Porque la mente adora construir historias.
CONSTANTEMENTE.
Y una vez te las crees, es difícil parar la rueda si no das con alguien que te ayude a partirla.
(Como quería hacer la madre de dragones cuando llegase al trono de hierro)
¿Entonces por qué hago lo que hago?
Porque me habría gustado encontrarme a alguien como yo hace 15 años.
Que me ayudase a cuestionarme cada pensamiento de mierda que tuve:
- No eres lo suficientemente bueno
- No les cuentes a tus amigos tus problemas
- Tengo que demostrar que soy mejor que los demás en todo
Vamos, pensamientos que en el fondo no me ayudaban en nada,
Ni a ser verdaderamente valiente, ni a creérmelo más en el deporte, pero sobretodo a aceptarme.
Porque se puede competir (y vivir) mucho mejor cuando aceptas.
Cuando entiendes que el único límite está en tu cabeza.
No fuera.
Y para derribar esos límites y partirlos en pedazos, yo te acompaño el tiempo que haga falta hasta que lo logres.
Hasta que literalmente lo sientes.
¿Quieres mejorar tu rendimiento?
- Escríbeme y lo hablamos sin compromiso.
- Es una charla de 20 minutos.
- Vas a saber cómo lograrlo con un plan adaptado a ti, semana a semana.
Venga, quiero tomar acción
